EL COLOR DE LO INVISIBLE. Ana Soler

La serie “El color de lo invisible” está formada por 7 composiciones realizadas en técnica mixta. En los collages se integran distintos elementos fotográficos, gráficos, tramas, texturas, textos, etc. que se utilizan  a diferentes niveles, para hablar de la complejidad del color, entendido como matices o maneras de ver la realidad.

Así, se superponen abstracciones fotográficas extraídas de las calles del centro de Villajoyosa a metacrilatos de color o tules y tramas que tiñen las distintas secciones. Igualmente se incorporan en dichas composiciones dibujos en papel japonés de los mapas de viento. Se combina lo blando y lo liviano con lo estructurado y estable, acentuando el fuerte contraste de las partes para generar un todo armónico y versátil, mutante y complejo.

Las fotografías de los fragmentos de fachadas, exponen texturas, grietas, accidentes geográficos, la huella del pintado manual de marcos y dinteles, el paso del tiempo en la pintura del color de las puertas y paredes exteriores de las casas del centro de la villa. Se extrae su esencia, para hablar, una vez más de la parte por el todo. La abstracción de la visión micro invita al espectador a reparar en el detalle, ampliando el universo existente. En el dintel de cualquier puerta, existe todo un mundo de detalles, para quien es capaz de reparar en ello. Cualquier desconchón puede contener todo un universo donde poder leer la historia.

De igual modo, se incorporan a la versatilidad de estas composiciones, otros elementos como son los  “esqueletos de la ciudad” y los tonos “Pantone”.

Los llamados “esqueletos de la ciudad”, son trozos de la trama urbana realizados en corte láser en azul y verde que se superponen a los colores base a modo de encaje. El vacío negativo de las formas transparenta la capa inferior. Estos esqueletos son como una especie de trama de huesos, de espinas, de vestigios arqueológicos de la ciudad. Son restos, fragmentos de calles y vías, que al perder el contexto y la masa urbana, parecieran perder el significado de su propia estructuración, pero que sin embargo al superponerse a otras capas, adquieren un cierto sentido en la totalidad.

Entonces, como si de una arqueología del color y la forma se tratase, la estructura desectructurada hace referencia una vez más, a la sedimentación existente entre la memoria y el olvido, entre la percepción y la realidad. Se propone, desde el arte contemporáneo, una arqueología subjetiva y sensible, donde las capas de color, modifican el resultado intensificando las capas subyacentes. 

Utilizando el color como pretexto, se repiten los mismos conceptos ya explicados anteriormente relacionados con las tramas, la transparencia, la memoria, el tiempo expandido, el tiempo multiple, la multiperspectiva, las sombras luminosas, la contraposición de vacíos y llenos, visible y invisible, etc.

Por otro lado, retomando aquello dicho anteriormente sobre la identidad corporativa de Villajoyosa a través de la armonía de una serie de colores, se le han incorporado a las composiciones las piezas denominadas “parches de Pantone”.

El “Pantone” es el sistema más reconocido y utilizado de definición cromática de identificación, comparación y comunicación del color en las artes gráficas. Podríamos decir, que es un estándar internacional para compartir, intercambiar y entendernos cuando hablamos de color. Está compuesto por un amplio catalogo de muestras físicas de color.

La ventaja de este sistema es que cada una de las muestras está numerada y una vez seleccionada, se supone que es posible recrear el color de manera exacta en cualquier parte del mundo. Sin embargo, la traducción de los distintos sistemas de color no es tan ideal como parece cuando se trata de la traducción del color luz al color materia, del código al pigmento. No me voy a extender técnicamente en este punto acerca cómo funcionan los programas de gestión de color para ejecutar estas traducciones, pero sí decir que fue el punto de partida de esta parte en esta serie de obras. 

Para oficializar la gama utilizada en el casco histórico de la villa, el ayuntamiento de Villajoyosa ofrece a los propietarios de las casas, por un lado, una lista de los “pantones” recomendados, y por otro, un catálogo de muestras físicas de pinturas. El objetivo es unificar esa identidad tonal de la Villa, y que esa paleta actúe, como dije anteriormente, como una gama armónica corporativa de la ciudad. 

A partir de aquí, desde mi punto de vista, se establecen tres niveles que se cruzan entre ellos: 

-Por un lado tenemos el color numérico, es decir el color “código” Pantone.

-Por otro, tenemos el color materia, es decir, una muestra física ofrecida por determinado fabricante de pinturas.

-Y por último, la traducción de los mismos a la realidad, es decir el color de las casas pintadas y su percepción. 

Además de estos tres niveles habría que incorporar el factor tiempo. El paso del tiempo incide en los pigmentos y aglutinantes utilizados en la materia del color empleado en artes gráficas o en cualquier tipo de pintura utilizada para exteriores, deteriorando y oxidando sus partículas. De esto se deduce que el color “se gasta” con los agentes externos de erosión y deviene siempre un cambio en su estructura molecular, y  por tanto, percepción del mismo. Es decir, casi ningún color es estable en el tiempo. Los colores evolucionan, cambian, mutan, envejecen, reaccionan. Nada se puede afirmar con absoluta contundencia, y menos el color.

Es por ello que en esta obra se juega con esa inestabilidad cromática en la traducción del color teórico al práctico y con la percepción del mismo como realidad que inundan las calles. 

A nivel procesual, se han seleccionado algunos de los códigos “pantone” recomendados utilizar en  Villajoyosa, y se han impreso comparándolos con el catálogo de muestras físicas de pinturas. Se constata, en este enfrentamiento, que los tonos teóricos se alejan claramente de los físicos, creando dos paletas de armonías paralelas. Las paletas ampliadas, extendidas, dobles, hablan de la complejidad de selección traducción y percepción de un color exacto, al mismo tiempo, que invitan al espectador a disfrutar de dicha complejidad armónica conjunta. 

En la traducción siempre se pierde algo de información. La expresión italiana de “traduttore, traditore” habla de esa imprecisión, de esos errores innatos que existen en el propio proceso de traducción. Y es que, la traducción perfecta no existe. Traducir consiste en decir “lo mismo” con un lenguaje distinto. La comunicación siempre es complicada, pero cuando existe además un proceso de traducción, los valores absolutos muchas veces se tambalean. 

No obstante, en el caso de la traducción de los distintos modos y sistemas de color, el empeño de traducción literal no es suficiente. Umberto Eco afirma que hay que comprender que en la traducción no siempre se dice lo mismo, sino “casi” lo mismo. La flexibilidad o elasticidad de ese “casi” resulta determinante en la traducción del color, pues los matices de variabilidad son infinitos.

Por otro lado, la empresa Pantone Inc. con sede en New Jersey, desde el año 2000 comenzó a editar lo que se denomina "el color del año”. Pero no solo Pantone declara el color del año, cada año, o cada temporada, las grandes marcas del diseño recurren a agencias de estudio de tendencias para seleccionar y poner nombre a un color, que será el color tendencia ese año. 

Estas agencias funcionan basadas en criterios objetivos a pesar de lo superficial o caprichoso que pueda parecer esta selección. Del mismo modo que para establecer una tendencia del precio del dólar se realizan encuestas entre economistas, agentes bursátiles y gerentes bancarios, en el caso del diseño, se recurre a sociólogos, a cazadores de tendencias, a influencers y a diseñadores.

Así, el proceso de selección lo lleva a cabo un grupo de expertos en la materia que analiza e investiga exhaustivamente, durante meses, los factores que influyen en los mercados como pueden ser las redes sociales el arte, la industria del entretenimiento, los destinos turísticos o la moda para escoger finalmente aquel que mejor refleje “lo que está ocurriendo en nuestra cultura mundial y expresa la respuesta a lo que la gente busca en este color”, como explica Laurie Pressman.

Del mismo modo que la visión popular asigna y selecciona la predicción de tendencias en cualquier campo, lo hace en el mundo del diseño y de la marca personal. Así se establece el color del año, a partir del estudio serio y meticuloso de las aspiraciones del comportamiento humano. Por ello, podemos afirmar que este dictamen está basado en metodologías utilizadas por las ciencias sociales, más que en la inspiración de la creación artística.

A estos colores del año se les bautiza con un “nombre y apellido” y se les asignan rasgos psicológicos que explican esta decisión. Pues bien, del mismo modo, los parches de color “Pantone” expuestos en la sala, se les ha bautizado con el apellido de “Villajoyosa” en relación con la selección de tonos teóricos y físicos recomendados por el ayuntamiento. Es decir, al código numérico de color, se le asignado un nombre descriptivo, relacionado con lo representado, “azul mediterráneo”, “verde frontón", “arena”, “rojo óxido", y un apellido que siempre será Villajoyosa. 

De este modo, estamos jugando con el hecho del nombramiento del color del año internacional, dándole a “los colores de la villa”, un nombre y apellido específico y particular, para su reconocimiento identitario en la comunidad especializada del color. La idea es crear tendencia desde Villajoyosa ofreciendo una paleta de tonos propios de la Villa.