En Japón, para la identificación de las casas y los edificios en las ciudades, las calles no son consideradas como un lleno lineal que establece la estructura del orden de numeración, sino como un vacío inoperante. Es decir, lo determinante para contabilizar los edificios en una ciudad, son las manzanas, y no las calles. Así es como nos podemos encontrar en una misma calle con un aparente sin sentido numérico (desde el punto de vista del urbanismo occidental). Una organización absurda sin orden, ni concierto que sorprende al viajero. Es algo casi indescifrable para la persona que no posee el código para entender el lenguaje allí establecido que estructura las direcciones postales.
Además de lo mencionado, la numeración de los edificios construidos en una misma manzana no sigue un orden lineal según su posición física en la calle o en la manzana, sino que se numeran según el orden en el que fueron construidos. Esto introduce el factor temporal, casi arqueológico, a un maremagnum de símbolos y signos gráficos que conviven en el mismo espacio público de la ciudad.
Debido a estos dos factores, las calles en Japón son sólo espacios sin nombre, sin identidad que existen entre las manzanas, la cuales sí están identificadas. Es decir, las manzanas, el conjunto de casas o edificios donde viven y trabajan las personas, son las estructuras urbanísticas a considerar.
Parto de este planteamiento, entre el sentido del vacío y el lleno, para el cuestionamiento histórico del propio plano de una ciudad, entendido como instrumento para la localización de los espacios públicos y privados. Normalmente, la catalogación de esos espacios viene determinada por los usos que poseen o han poseído en la historia de la ciudad. Las calles y vías, habitualmente eran y son usadas como lugar común de paso y conexión. Las calles no son de nadie.
Sin embargo, al mismo tiempo que se puede afirmar que “las calles no son de nadie”, se puede afirmar lo opuesto: “son de todos". Son las arterias, las venas por donde circula la vida de la ciudad. Son los espacios comunes lineales entre los edificios que dan acceso a las distintas casas o edificios. Siempre han sido de todos, por las calles fluye la vida. Por ello, quiero reparar en el momento histórico de la Villa donde esas vías eran el espacio de trabajo y de vida de muchas personas. Se pretende hacer un homenaje a todos los trabajadores de las artes marítimas y en especial a las rederas y menadores, que trabajaban en las calles, en las sendas.
La obra titulada “Las sendas, el sentido del vacío” se erige como homenaje a estos caminos ya borrados, proponiendo una visualización particular de estos lugares. Estos espacios de trabajo y convivencia marcan el pasado, el presente y el futuro de Villajoyosa. Son espacios ya desaparecidos por su desuso, pero que, sin embargo, siguen existiendo físicamente y en la memoria de todavía muchas personas. Es por ello que se quiere poner en valor su localización por medio del lenguaje del arte contemporáneo.
La ubicación de dichas coordenadas ha sido posible gracias al trabajo de investigación etnográfico realizado por la Dra. Ana Baldó, donde se destaca, entre otros valores, la importancia del patrimonio cultural marítimo de la Villa y cómo éste fue un sector clave para el desarrollo de la ciudad. En general, se considera poco reconocido a nivel público, y es por ello que se pretende traer a un primer plano de interés, su memoria en el presente por su importancia estratégica. Como se señaló anteriormente, en referencia al patrimonio oral y las sendas, las fuentes documentales obtenidas por la investigadora, han servido para la creación de esta pieza.
A nivel formal, se ha seleccionado y simplificado la zona central del casco urbano de Villajoyosa para obtener la base urbanística desde donde trabajar. En primer lugar, a partir del mapa existente en Google, se ha extraído y digitalizado las principales arterias de la ciudad. Posteriormente, se ha utilizado el corte láser sobre papel para perfilar estas vías, mostrando la red urbana. A modo de encaje, se generan naturalmente, los vacíos de las calles, una vez invertidos. Es decir, se han sustraído las superficies de las manzanas para quedarnos con las calles y vías, que son el objeto protagonista de la trama urbanística que se quiere poner en valor.
El litoral y el río, sirven como referentes en la orientación de esta acumulación ordenada de vacíos y llenos. Volvemos al blanco sobre blanco, al "casi nada”, al dibujo para ciegos donde es necesario el tocar para ver. Es imprescindible ver más allá de lo visible. Se necesita entrar en contacto con el blanco y la textura cálida del papel, para pasear por las calles de la ciudad. Linea a línea se va tejiendo la red urbana. Es un dibujo en tres dimensiones que perfila el plano actual de la Villa.
Sin embargo, un plano no es otra cosa que la representación a escala en dos dimensiones de una población, edificio u objeto tridimensional, que muestra su estructura. El plano, ayuda a través de la representación a escala, a entender la esencia de lo representado. El dibujo en general, en su propia definición, es una síntesis simple de algo complejo. Es una afirmación que transciende, una selección de los aspectos que determinamos como esenciales, de una realidad compleja con multitud de detalles.
En este caso, nos servimos del plano como instrumento gráfico donde desplegar la ubicación pasada de las sendas. De este modo, la memoria de Villajoyosa es traída al presente a través del arte contemporáneo, gracias a la investigación etnográfica realizada sobre el pasado de la industrias marítimas. El recuerdo reverdece, brota, se ilumina, adquiere color y forma actualizándose en el espacio de la trama urbana al jugar en dos tableros temporales. Lo invisible se vuelve visible para hablar, una vez más, de la presencia de una ausencia y de la ausencia de una presencia.
Para ello, la ubicación de las sendas ha sido marcada con unos vectores tridimensionales de metacrilato de color vivo o flúor. Como si fuese un subrayado en tres dimensiones sobre un plano en dos dimensiones del centro de la Villa, se han señalado las diez principales sendas existentes en tiempos pasados.
El color flúor y el dibujo en tres dimensiones se superpone al “blanco sobre blanco” y a “lo plano del plano”. Vuelve a intervenir el color como protagonista excepcional en un mar de espacio gráfico blanco. Una vez más, es utilizado el tono con ese cromatismo exaltado propio de los colores fluorescentes, esa frecuencia de onda que indica que está preparado para verse en la oscuridad.
Sin embargo, antes de afirmar esto, nos interesa lo que hay detrás de esa definición de color flúor. Así, entenderemos por colores flúor, aquella gama de colores que proyectan cierta luz. Éstos, poseen la capacidad de almacenar la energía lumínica que después proyectan. Es decir, gracias a este fenómeno, el color absorbe la energía de la luz ultravioleta y la proyecta automáticamente en forma de iluminación. A nivel simbólico, puede deducirse que el color flúor es el idóneo para “ver lo invisible", para iluminar desde el interior del propio material, lo circundante.
Por otro lado, las “sendas” están marcadas con vectores de colores “transparentes”. Como cualquier subrayador flúor, dejan ver lo que tachan. Estos subrayadores señalan con el color determinadas partes, sin ocultar lo que dejan bajo su rastro. En toda la exposición se trabaja con el concepto de transparencia, ya sea gracias al concepto de trama, ya sea gracias a la naturaleza del propio material utilizado en las distintas composiciones. La luz pasa a través de los materiales dejando ver lo que fisicamente ocultan, velan, colorean con capas las realidades que aparentemente tapan.
Los materiales que son transparentes o traslúcidos lo son porque la radiación electromagnética interacciona relativamente poco con los electrones más exteriores de los átomos de la materia de la que están hechos. Por el contrario, los materiales opacos, pueden absorber completamente la luz porque tienen electrones en sus capas exteriores capaces de interactuar fuertemente con la energía lumínica. Es interesante entender a nivel subatómico, cómo los materiales transparentes tienen una estructura electrónica que hace que los fotones puedan atravesarlos casi sin ser molestados.
En definitiva, como ocurre en cualquier tipo de trama, la luz atraviesa la materia como símbolo del concepto de “iluminación”, en el sentido más oriental del término.
El color de lo invisible, atraviesa el tiempo gracias al arte.